En 1993, cuando yo tenía seis años, alguien me llevó a ver ‘Parque Jurásico’ en la que tal vez fue mi primera experiencia en una sala de cine. Como no podía ser de otra forma, la persona que se suponía que me iba a acompañar llegó tarde y me perdí la primera escena que muestra el traslado de una hembra de velocirraptor, y entré cuando Alan Grant desenterraba un fósil del suelo. Meses más tarde, con el VHS en mi poder, fue cuando me di cuenta de dos cosas: la primera, que esa película era increíble, y la segunda, que jamás volvería a llegar tarde a ningún sitio.
Veintidós años después y tras varias secuelas, seguimos en la moda de los remakes y reinicios, y Jurassic World se ha convertido en el mejor estreno de todos los tiempos con 511 millones de dólares en su primera semana. Esto debería servir para revitalizar a una complicada franquicia que se desvió cada vez más de las novelas de Michael Crichton, que falleció en 2008 haciendo más difíciles los trámites para sacar una película al final de la década pasada. De hecho, hace tres años ya publiqué aquí un post donde podían verse varios concept arts de una historia en la que los seres humanos habían sido mejorados genéticamente con ADN de dinosaurio para crear híbridos tan extraños como Triceratops a dos patas u hombres con garras de raptor que podían manejar armas, todo un despropósito que acabó en la basura. El argumento final nos sitúa dos décadas después de la película de Spielberg en un parque temático funcional y con un nuevo ser que escapa al control de los operarios. Es posiblemente la idea más sencilla y efectiva, y todos los detalles del guión se filtraron en Internet meses antes del estreno, cosa que no ha hecho perder el interés por ver a los dinosaurios una vez más.
Como ya he dicho, yo vi Parque Jurásico cuando significó la revolución del género de los blockbusters y la irrupción del CGI en las grandes producciones. Vista ahora, la cinta sorprende por su austeridad y por los pocos minutos que aparecen dinosaurios en la pantalla, y cómo lograron que ninguno de esos efectos “cante” veinte años después. De hecho, creo que sólo el primer encuentro con el baquiosaurio puede resultar algo chocante, pero los raptores o la escena en la que el tiranosaurio causa el caos con los dos vehículos no han envejecido en absoluto. Esto se debe a una mezcla de técnicas que combinaban las imágenes por ordenador con los increíbles animatronics de Stan Winston, un arte que va camino de la extinción, como ellos ya vaticinaron. Jurassic Park fue la culpable de dar voz, físico y nombre propio a los dinosaurios, y de acercárselos a un público en su mayoría infantil que podía verlos en movimiento por primera vez, a pesar de que otras películas ya los habían mostrado. Con esa película aprendimos qué significaba la Teoría del Caos o que los dinosaurios podían ser inteligentes y más parecidos a aves de presa que lagartos lentos y perezosos. También que podían abrir puertas. Y el escenario de Jurassic World es muy diferente.
Quizá la explicación más directa la encontremos en su guión, donde los personajes admiten que los dinosaurios ya no impresionan a nadie y menos a un público que lleva décadas acudiendo al parque. Los accionistas tienen que proponer nuevas atracciones cada poco tiempo, y de esta forma crean un híbrido de varias especies conocido como Indominus Rex, un animal tan feroz y peligroso que será el gran “villano” de esta película.
Ver a los personajes admitiendo que la gente necesita espectáculos más grandes y con más dientes para mantener el interés es poner un espejo delante de la industria del cine, que está agotando el camino de “más significa mejor” convirtiendo las películas en poco más que videojuegos acrobáticos visualmente impresionantes, pero menos divertidos. Ya saben que al público no se le puede comprar dos veces con la misma película, así que esa necesidad de innovar, de ir un paso más allá, de meter un bicho nuevo, es una evolución lógica tanto dentro de la película como fuera de ella.
Personalmente hubiese preferido que el Indominus no hubiese sido creado por la ingeniería genética sino que hubiese sido una clonación inesperada. En la novela ya dejaban claro que muchas veces no sabían a qué clase de dinosaurio pertenecía el ADN y dejaban crecer al animal hasta saber qué era. En ese caso, un depredador Jurásico del que no se tenía constancia y que hubiese estado mejor extinto me parecía un error comprensible más que un desastre premeditado, y así ahorrar el tema de la hibridación para futuras secuelas. Porque sólo hay un número limitado de veces que los dinosaurios pueden escaparse de un parque antes de que también empecemos a aburrirnos de ellos.
Otro de las novedades consiste en la “doma” de velocirraptores, que toleran la presencia de su cuidador, un Chris Pratt que se ha convertido en una estrella cuando nadie daba un duro por él y que puede incluso ponerse el sombrero de Indiana Jones, siendo el mejor candidato hasta la fecha. La relación de Pratt con los seres más violentos y queridos por los fans es complicada, pero está mejor explicada de lo que muchos pensaban viendo los tráilers, y sería el único gran cambio en este remake encubierto que es toda una crítica a los parques temáticos y grandes zoológicos del mundo entero. Tiendas, chiringuitos, atracciones donde los niños montan en triceratops y hasta agobian a los animales… todo lo malo de una empresa que en lo último que piensa es en el bienestar de los animales está perfectamente representado, junto con el agobio del excesivo público y cómo todos graban con el móvil el espectáculo acuático.
Cuando el caos se desata, asistimos a toda una colección de homenajes y guiños a la cinta original, con versiones “mejoradas” de las mismas escenas. Y es que como digo, hay un número limitado de cosas que pueden hacer los dinosaurios fuera de control, por lo que el mejor detalle de esta cinta consiste en cómo utilizan a los raptores para cazar al Indominus tras fallar los seres humanos, incluyendo un homenaje al Aliens de James Cameron. Así, Jurassic World se transforma en una monster movie donde los raptores son utilizados como armas, recuperando una idea que de nuev nos lleva a la cinta de Cameron. Con el personaje de Vincent Donofrio como malo maloso del que sabes exactamente cómo va a acabar tras pronunciar dos frases, lo mejor es la forma en la que el final se transforma en un duelo bastante superior al que vimos en Jurassic Park III, y donde son conscientes de que la imagen que tiene el público de los dinosaurios tiene que ser respetada para conseguir el éxito comercial. Con esto me refiero a que el Indominus no es presentado como la joya de la corona, sino que el público sabe quién es el verdadero REY de la función, y por eso es rescatado en el último momento incluyendo un fabuloso guiño en el que destroza triunfal el esqueleto de un Spinosaurio, recordándonos a todos quién manda.
¿Todo esto está bien o mal hecho? Pues mucho mejor de que lo que algunos esperaban, siendo una película entretenida que busca mostrarte monstruos impresionantes y recuperar algo de la sensación de maravilla de la entrega original. Quizá el comienzo, con los niños que sufren el drama del divorcio paterno que tanto ha utilizado Spielberg, sea lo peor, pero al contrario que la chica de El Mundo Perdido que mataba a un raptor saltando a la barra fija, aquí los niños son tolerables. La relación de los raptores con Pratt es una de las cosas más interesantes del film y algo sobre lo que se va a discutir durante mucho tiempo, y sin duda será importante para las próximas secuelas de una franquicia que si bien ha reventado los cines, tiene por delante un futuro complicado. Sería la quinta entrega con dinosaurios que escapan al control, y pocas cosas más se puede hacer con ellos. Jurassic World supera de sobra a las dos secuelas de la primera película y sirve tanto como secuela como remake-homenaje. Sí es cierto que tira de la nostalgia de los niños que la vieron en su momento, pero tampoco molesta. Quizá la única pega que pueda ponérsele a estas películas es que vienen a ser más de lo mismo, y que Hollywood se está acomodando a resurgir trabajos de hace años en lugar de crear algunos nuevos, algo que ya hemos comentado demasiado y que sólo me importa porque llegará un momento en el que ya no haya nada que adaptar. Todo lo que la gente está criticando son tonterías sin sentido, como que los dinosaurios no tienen plumas (cosa que dejan clara) o por qué el personaje de Howard corre con tacones, una chorrada como una casa de grande a la que se le está intentando dar importancia por el tema del feminismo. Todas las críticas que estoy viendo de la película se dividen entre los que les gusta porque disfrutan con ella y los que están sacando agujeros de guión y criticando el sacrílego remake de la película de 1993, y estoy empezando a estar demasiado mayor para esta mierda. No tengo tiempo para críticas donde nos quejemos del lamentable estado de la industria y de “productos sin alma” pensados para vender merchandising, porque Jurassic Park ya lo era en su momento. Tampoco creo que la primera sea una Obra Maestra, sino una película que marcó a una generación tanto de niños y niñas como de empresarios cinematográficos. Al final, quizá todo se resuma en ir al cine, comprarse las palomitas y ver la maldita película, y no salir con ganas de ponerla a caldo en Internet para que todos sepan que eres un tipo inteligente que no se deja convencer por la maquinaria descerebrada capitalista.
Por cierto, mi aplauso va por el tipo que huía de los dinosaurios voladores sin soltar los dos cócteles que llevaba en las manos.